Hay dos tipos de personas: los que vienen a Tenerife - para pasar las vacaciones - y luego no regresan nunca más. Un asunto único, por así decirlo.
Los otros se enamoran de la “isla bonita“ y vuelven una y otra vez.Es el anhelo, que los atrae, a la tierra volcánica, el champaña que se asemeja al aire, los maravillosos colores azul oscuro del horizonte y el expresivo mar, las playas de lava negra, las montañas gigantes con sus imponentes acantilados, los pinares que despiertan un sentimiento de estar en casa, el sur desértico con su sequedad, el verde suculento del norte con sus nubes grandes y difíciles de interpretar, las noches estrelladas, el sol africano, el viento desértico Calima y la montaña más alta de España, de casi cuatro mil metros, que demuestra su carisma mágico a través de su majestuosa postura: el Teide.
Algunos se enamoran de tal manera de este lugar (unos ochenta kilómetros de largo y hasta 50 kilómetros de ancho – la más grande de las Islas Canarias) que se transforman en emigrantes. Y cuando llevan el tiempo suficiente, como yo por ejemplo desde hace 14 años, entonces puede que ocurra, que los hijos se conviertan en auténticos chicharreros (aunque tengan raíces suizo-alemanas).
Por muy raro que suene, siempre que tengo visitas en Tenerife, en seguida me doy cuenta de si se trata de amigos de verdad - o no. De alguna manera, esta isla destapa la vida interior del visitante y le incita a dar la espalda al mundo continental. O le abre los ojos, descubriendo facetas de si mismo que desconocía o se encierra en su concha.
“Vives en un paraíso“, dicen algunos apasionadamente.
Pero la vida cotidiana en una isla también puede ser sofocante. El horizonte infinito es al mismo tiempo una frontera infranqueable. Y a lo mejor esta discrepancia es la razón por la que prosperan la creatividad y una abundancia de ideas, que hace imprescindible la confrontación con uno mismo. ¿Será la única manera, aquí en la isla de la eterna primavera?
Los canarios son muy afectuosos y obsequian a los forasteros con el corazón en la mano. Son congéneres acogedores que aprecian sus fiestas, el vino, su comida y la playa manteniendo las tradiciones. La palabra más importante, es recomendable que uno se la aprenda al llegar, es “mañana”, la solución y la respuesta a todos los problemas. Según mi experiencia, la xenofobia no se conoce aquí, y eso no sólo porque los canarios viven sobre todo del turismo. En 1885, 350 turistas de Inglaterra visitaron la isla por primera vez. Seis años más tarde, ya fueron cinco mil. Hoy en día, son cinco millones – ¡cada año!
El pequeño “continente“ tiene mucho que ofrecer: desde una naturaleza virgen, original y maravillosa, hasta al sector del turismo masificado y la mafia de la construcción. Tenerife, la contradictoria.
Si se mira la isla a vista de pájaro, geográficamente se asemeja a una gigantesca “Y”.
“Y”, ¿como el “Yin y Yang” de la filosofía china? ¿Yin para el concepto femenino y Yang para el masculino en esta tierra volcánica que te hechiza? Lo sabemos todos: los polos opuestos se atraen.
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